La fe del grafiti


(…) A veces, los escritores salen de sus territorios al anochecer pero no empiezan a pintar hasta las dos de la madrugada, tras permanecer escondidos durante horas en las esquinas más seguras de la cochera, en los trenes o debajo de ellos. Qué matrimonio más antonomástico, lo cool y el estilo, el hecho de escribir tu nombre en letras gigantes e independientes, tan grandes como animales, ágiles como serpientes, misteriosas como los rizos del alfabeto árabe y chino y, además, hacerlo en una noche de invierno, con las manos congeladas y el corazón caliente por el miedo. (…)

Norman Mailer.